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viernes, 27 de agosto de 2010
Uruguay / Racismo: estigma y pobreza golpean a la población afrodescendiente
Son casi el 10 por ciento de la población y tienen un rico patrimonio cultural y social, sin embargo los afrodescendientes uruguayos arrastran el estigma de la pobreza: el 75 por ciento pertenece a los estratos bajo o medio-bajo mientras que en la población blanca esos guarismos son del 46 por ciento.
Brecha aborda el tema conversando con varios integrantes de la comunidad sobre cómo se vive esa realidad en carne propia.
Semanario Brecha, Montevideo, 19-8-10
En 2006 la Encuesta Ampliada de Hogares (1) que realizó el Instituto Nacional de Estadística (INE) reveló que el 9,1 por ciento de la población uruguaya define su ascendencia como negra o afro (279.429 personas). Tanto afro en Uruguay sorprendió a propios y ajenos: ¿dónde están?, ¿cómo viven? La encuesta siguió hurgando y arrojó algunos resultados: el 5 por ciento de los afro son indigentes y la mitad son pobres. En Montevideo casi el 75 por ciento de ellos pertenece a los estratos bajo (40 por ciento) o medio bajo (33,9 por ciento), una cifra bastante superior a la de los blancos, que llega al 46 por ciento sumando ambos estratos.
Si se observa la situación de la mujer, el 51,9 por ciento de las mayores de 25 años sólo cuenta con primaria completa o incompleta. Y según indican otros datos, el 50 por ciento de las afro –que cargan con el triple estigma de ser mujeres, negras y pobres– encuentran empleo en las tareas domésticas.
Debe ser por eso que otra encuesta del mismo año (2), ahora metropolitana, encontró que sólo el 0,7 de la gente cree que si se quiere obtener más oportunidades en esta vida lo mejor es ser negro. El 58,7 por ciento contestó obviamente que eso se logra siendo blanco. Para un 46,6 por ciento el asunto es indiferente.
¿Dónde está la señora?
Por más firulete que se haga (y qué rostro duro hay que tener para negar la evidencia) es difícil justificar esta pobreza estructural, tan poco pensada y percibida por el afuera. Dice Alicia Saura - responsable de la sección de políticas afirmativas para los afrodescendientes del Ministerio de Educación y Cultura que la pertenencia a los estratos más bajos, sumada a una inamovilidad social por un período muy extenso, contribuyen notablemente a esa idea de normalidad: los afro han sido pobres siempre –siempre desde que cruzaron el Atlántico– y nada o muy poco ha cambiado ¿Cuál sería el factor sorpresa, el dato que llevara a prestar atención a su situación? ¿Alguien conoció algo diferente alguna vez como para que esta realidad le desacomode los esquemas?
El trabajo realizado a partir de la encuesta, firmado por Marisa Bucheli y Wanda Cabella, también afirma que la cuestión racial prácticamente no ha existido en los diversos diagnósticos sobre la situación socioeconómica de los uruguayos y sobre los procesos de exclusión. Y si lo racial no ha estado presente en el registro socioeconómico, mucho menos se ha tenido en cuenta la subjetividad. ¿De qué manera los siglos de pobreza e inamovilidad afectaron a la comunidad afro? ¿Cuál es el resultado de una discriminación, sutil y constante, en el proyecto de vida de cada uno? ¿Dónde duele que una mujer negra abra la puerta de su casa y le pidan para hablar con “la señora de la casa”?, como contó Nancy Silva que le sucedió.
O que alguien vaya al bps a hacer un trámite con la mujer que realiza las tareas domésticas en su casa y el funcionario quede descolocado porque los colores de la patrona y de la empleada están “invertidos”, o que alguien señale con sorpresa “Qué bien hablás”. ¿Cómo afecta en el desarrollo de un niño ser el “negro sucio” en la escuela, o en la vida de una adolescente ser ésa a la que no le piden para ser la novia de nadie? Cualquiera de estos ejemplos parten de los relatos de quienes conversaron con Brecha.
Es verdad que en los últimos años la “cuestión afro” cobró relevancia en los espacios estatales. Hoy existe el Plan contra el Racismo y la Discriminación, en el Ministerio de Educación y Cultura , y el Ministerio de Desarrollo Social tiene desde junio un Departamento de las Mujeres Afrodescendientes. Pero todavía esos espacios no han generado medidas efectivas contra el racismo.
La escuela y el trabajo
Un elemento fundamental para perpetuar los mecanismos de discriminación es la reproducción de ciertos estereotipos y modelos. En los medios, el negro es el divertido, el que tiene poca instrucción. “Nunca es el director de la empresa. Nunca es el político exitoso”, señala Saura. Por eso - y en esto coinciden todos - la escuela es uno de los ámbitos más importantes para la transformación de la realidad. El sistema educativo, además, está en estrecha relación con el mundo laboral, y por lo tanto incide en la movilidad social. La falta de oportunidades en el primero repercute sobre los otros.
Pero su recorte eurocéntrico de la realidad no contribuye ni brinda modelos positivos en los que reconocerse, dijo Mauricio Coitiño, coordinador del Plan contra el Racismo y la Discriminación que está afinándose. El único afro que aparece en las clases de la escuela es Ansina, “en su condición de cebador de mate, nunca de estratega militar que colaboró con Artigas”. Y eso tiene sus consecuencias. “Si el orgullo es vapuleado y puesto siempre en la mira”, es difícil querer reivindicarlo, dice Anabel, de unos 20 años, conversando con Brecha. Ella explica la ausencia de esos modelos así: “Queremos parecernos a lo que vemos; yo tuve, en los primeros años de liceo, una etapa en la que me planchaba el pelo, porque la mota es todo un tema, me ponía base más clara en el rostro, quería asimilarme”.
El colectivo Nzinga de artesanías étnicas, que trabaja en el Mercado Agrícola, busca aportar esos modelos positivos desde el arte. Comenzaron siendo artesanas de Mundo Afro, haciendo manteles individuales con fragmentos de poemas de poetas negros que pasaron parte de su vida en la esclavitud, cuentan Mónica dos Santos y Rosana Martínez. Hoy trabajan en una línea de bolsos con los que quieren difundir pintores contemporáneos. Y nombran: Mary Porto, Ruben Galloza, Orosmán Echeverry, entre otros. Paleta Africana, se llama la colección.
“Sabemos que existe muy tapadamente ese caretismo que hay del ‘está todo bien, yo tengo un amigo negro... pero que mi hija no salga con uno porque me muero’. Hay que sentir en la propia piel, cuando te das cuenta como negra de todo lo que está debajo del tapete. ¿Por qué no estamos en los libros de historia, en la literatura, en la pintura? ¿Por qué no se exponen las obras de pintores afrouruguayos en los museos? Queremos ser ecos de esa voz, por eso estamos acá”, reivindican.
Nizanga también hace talleres con niños en donde ponen de manifiesto la cultura africana, por ejemplo a través de cuentos. A sus talleres no concurren muchos niños afro, “pero que ese niño negro del barrio sea mirado por otros 15 niños por lo menos con otra óptica, ya vale la pena”, dicen.
Cuenta Karina Moreira, de Ubuntu (un colectivo feminista antirracista), algo de su propia historia: en la escuela “me peleaba todo el tiempo porque me decían esto o lo otro”. Un día la maestra, en un acto que quiso ser de defensa ante el ataque de los compañeros, “me paró delante de todo el grupo y les dijo: ‘¡Ella no es negra, es marrón!’”. Vaya defensa. La maestra también “tenía asociado negro es igual a feo o malo”, dice ahora Noelia Maciel, también de Ubuntu y estudiante de ciencia política. A eso debe sumarse que en los hogares, por lo general con baja instrucción y acostumbrados a aceptar la discriminación, no hay mecanismos que permitan romper con ese círculo.
Ahora como madre, como militante afrodescendiente y también como psicóloga, Moreira reflexiona sobre esto y observa el estrés emocional que provoca en los niños esa situación. En muchos casos ellos dedican más tiempo a la búsqueda de estrategias para ser aceptados y no agredidos que al aprendizaje; incluso a veces se sienten impulsados a faltar o a desertar del sistema.
Y complementa Silva, quien también es psicóloga: “Si uno crece subyugado, descalificado, con la idea de que sólo es útil para trabajos que nadie quiere hacer, es difícil creer que se tiene valía personal”. De ahí el reclamo de incorporar en la educación formal esa parte de la historia y esos modelos hoy ausentes y desconocidos.
¿Cómo se rompe ese círculo?, se pregunta Silva, o en todo caso: ¿cuál ha sido la experiencia de las entrevistadas - varias universitarias - que lograron quebrar no sólo el círculo de pobreza sino el de cierto “destino” asociado a su negritud?
Por lo general hay alguien con quien se creció que, independientemente del destaque o la formación, tiene una fuerza vital que impulsa al otro a que crezca. “No hay magia”, dice Silva. “El papá mecánico y la mamá modista insistiendo para que siguiéramos”, dice Dos Santos; el esfuerzo de mi madre y mi familia, afirma Maciel: “No tenía otra posibilidad que ser universitaria. Para eso trabajaron ellas, para que yo no repitiera sus experiencias”. Y algo similar vive el hijo de Dos Santos, que cuando vio las actividades de su madre con otros niños entendió la importancia de sentir orgullo por su color de piel.
Notas
1) Módulo especial del INE que pretendió determinar el perfil demográfico y socioeconómico de la población según su ascendencia racial. La Encuesta Ampliada de Hogares no registra las poblaciones con menos de 5 mil habitantes.
2) Observatorio Montevideo de Inclusión Social. Intendencia de Montevideo y El Abrojo.
Por: Mariana Contreras
Fuente: Legado Afro
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