domingo, 19 de junio de 2011

La Masculinidad Afrouruguaya. ; expuesta en el marco del IV Coloquio Internacional de Estudios sobre Varones y Masculinidades

Crónica de una identidad invisible


El látigo de la violencia física ejercida, por el tráfico de humanos desde África a estas tierras entre los siglos XVI y XIX; en los cuerpos de los africanos y africa-nas arrancados de sus lugares de origen. No es muy distinto del látigo con que la violencia simbólica ha fustigado a sus descendientes desde su abolición hacia el siglo XXI. La violencia simbólica y la violencia física han generado los mismos síntomas en las poblaciones afrodescendientes del Uruguay que en las poblaciones esclavizadas; exclusión social, exclusión económica, exclusión cultural y exclusión política.
Se han reemplazado los barracones, el Caserío de los Negros; por los asenta-mientos en la periferia, los trabajos forzados sin paga, por la mano de obra no calificada y mal retribuida. Se han reemplazado las salidas transitorias a feste-jar San Baltasar en el Cubo del Sud por la utilización mercantil del candombe y la cultura afrouruguaya como un producto cultural dentro del mercado global de las industrias culturales. Se ha reemplazado a las Casas de Nación por la ignorancia y el abandono de las clases políticas y dirigentes de este país; que han colaborado de esta manera con la fuerza centrífuga que arrastro a los afrodescendientes hacia la periferia de las ciudades.

Los ciclos de pobreza y marginación en el colectivo afrodescendiente se han perpetuado en forma equidistante de las épocas en que vivamos. Y los meta relatos de nación así como la violencia simbólica han interactuado dialéctica-mente de tal forma que el colectivo; no existe en forma positiva dentro de la cosmovisión de la ciudadanía y la identidad uruguaya.
Para entender este concepto debemos entender que los seres humanos nos constituimos en individuos a partir de nuestra matriz lingüística cultural, como lo explica Rafael Echeverría en Ontología del Lenguaje, “las historias que contamos de nosotros y de los demás están fabricadas a partir de un trasfondo de relatos e historias generados históricamente por la comunidad para darse un sentido. Nosotros, en tantos individuos, nos constituimos siempre dentro y a partir del trasfondo de esos meta relatos que llamamos discursos históricos. Si queremos comprender mejor a un individuo, debemos conocer los discursos
históricos a partir de los cuales éste se constituye. Es dentro de los principios de coherencia de estos discursos históricos donde podemos asir la coherencia que hace de un ser humano el individuo que es”
1 En este ejercicio de darse sentido como individuos, los anclajes posibles para el colectivo afrouruguayo son débiles, inexistentes, frágilmente argumentados y en la mayoría de los ca-sos víctima de una tergiversación histórica que solo pone sobre relieve aquellos estereotipos de negritud que sirvieron de base para deshumanizar a los esclavizados africanos.
Nacidos y formados dentro de una matriz cultural eurocentrista, la propia per-cepción y construcción de identidad de los afrodescendientes se desarrolla entre dos fuerzas antagónicas. Una fuerza republicana y democrática, con conceptos de igualdad, como valor universal, ideales de homogeneidad y progreso social humanista. Y otra fuerza expresamente simbólica y cotidiana anclada en los meta relatos históricos nacionales que no lo reconoce como miembro pleno de esta sociedad y lo arroja a un ejercicio en el que la búsqueda de la propia identidad se traduce en patrones de resistencia y sobrevivencia para un colectivo que tiene mas cantidad de nacimientos en edades tempranas en comparación con el resto de la población, mayor población en las poblaciones de menor edad y menor esperanza de vida.
Es decir, un colectivo que genera mayor cantidad de individuos y a edades mas tempranas ante la evidencia de mas de 200 años que indica que su población cuenta con menos esperanza de vida que la media de la población uruguaya.

Diversidad

En este contexto hablar de diversidad étnico racial en la cotidianeidad de los individuos es casi imposible; no existe diversidad étnico racial para una socie-dad que no reconoce su composición altamente mestizada y su multietnicidad , así como su verdadera génesis histórico cultural y el aporte de todas las cultu-ras que la componen. Es imposible hablar de diversidad étnico racial cuando un colectivo que constituye el 10% de la población uruguaya muere en edades más tempranas a causa de la invisibilización y la violencia simbólica “una coerción que se instituye por mediación de una adhesión que el dominado no puede evitar otorgar al dominante (y, por lo tanto, a la dominación) cuándo sólo dispone para pensarlo y pensarse o, mejor aun, para pensar su relación con él, de instrumentos de conocimiento que comparte con él y que, al no ser más que la forma incorporada de la estructura de la relación de dominación, hacen que ésta se presente como natural...”2
La diversidad étnica racial, en cambio, si existe en cuanto a la batalla discursiva que se da en los cuerpos de quienes no pertenecen al hilo conductor de la humanidad uruguaya y occidental representado por el hombre blanco europeo. Existe asimismo, como proyecto de igualdad social en permanente debate de las ciencias sociales y las organizaciones civiles que representan a las minorías y que muchas veces, en el caso de las primeras, cae en modelos de estudios de diagnóstico que toman a los individuos como objetos de estudio y no como sujetos de transformación. Estudios que no hacen mas que resaltar la condición subordinada del colectivo afrouruguayo; perpetuando de esta manera el lugar que ocupan en el imaginario uruguayo.

Estereotipos, antecedentes y contemporaneidad de la masculinidad afrouruguaya

Cuando abordamos la masculinidad afrouruguaya debemos entender al hom-bre africano como antecedente de la misma, como fuente primigenia de la masculinidad afrouruguaya. Pero no en el sentido estricto de su africanidad, sino en el sentido de individuo esclavizado, no sujeto a derecho. Este y no otro, fue el estadio en el que llegó el africano a estas tierras y es el estadio en el que lo describe la historicidad uruguaya y del que se precipitan los estereotipos- base para la construcción de su masculinidad.
En este aspecto, el estadio del hombre africano como objeto o mercancía pasi-ble de venta, permuta, arrendamiento o embargo; es fuente inequívoca de la mayoría de los meta relatos que sirven de matriz a los afrodescendientes mas-culinos.
La cosificación de los afrodescendientes es muy palpable por ejemplo en el reduccionismo sexual y estereotipado en cuanto al tamaño del pene, la erotización de su cuerpo y la exacerbación de su potencia sexual; basada sobre todo en la lógica occidental de la proporcionalidad entre el tamaño del pene y la virilidad.
Muchos afro uruguayos han caído en la propia percepción sesgada de su sexualidad, mas allá de la mirada de la comunidad, sintiendo que son “semen-tales” y objetos el deseo como si esta constituyera una verdadera característica étnica, sin saber que es una mirada impuesta desde tiempo coloniales, con implicancias psíquicas y emocionales en la sexualidad masculina afrouruguaya.
Es vital entender que los esclavizados africanos no tenían sexualidad propia en el sentido íntimo del ejercicio como un aspecto fundamental del ser humano, ni siquiera su cuerpo les pertenecía.
Baste el ejemplo de antecedentes como lo constituían las “Colmenas”, proceso durante el cual varios hombres esclavizados eran obligados y forzados a mantener relaciones con una misma mujer esclavizada e igualmente forzada y obligada; en una habitación o cubículo, a fin de embarazarla y obtener niños que una vez aptos para las labores pasarían a engrosar el patrimonio esclavo y por ende susceptible de venta, permuta o arrendamiento. Asimismo cabe aclarar, que existían también otros tipos de prácticas de índole sexual donde los hombres y mujeres eran obligados a participar de diversas actividades a modo de divertimento por parte de sus “secuestradores”.
Este reduccionismo del esclavo africano a producto-productor-reproductor es parte de los meta relatos antes mencionados, que sumen a los afro uruguayos en un espacio alternativo de construcción de masculinidad mal entendida en el que la mirada de la sociedad , incluida la de los afrodescendientes; se constituye en la mirada propia, cargada de expectativas y prejuicios negativos a la hora de percibirse y ser percibido como parte de una sociedad homogénea.
Otros estereotipos masculinos que se precipitan de esta cosificación del escla-vo africano en el meta relato uruguayo, son los que ubican a los afrodescen-dientes en una posición subalterna y estigmatizada dentro del escalafón social, describiéndolo como pobre, sucio, alcohólico, ignorante, vago, sumiso, en oposición con el masculino blanco.
Algunos ejemplos como la invisibilización histórica de personajes como el cau-dillo artiguista Encarnación Benitez “Protector de Siete Pueblos” un descen-diente de africanos que se había convertido en uno de los líderes de las fuer-zas artiguistas en Soriano y Colonia y tomó especial relevancia en la implementación para esta región de lo que sería el Reglamento de Tierras de 1815, un reglamento que establecía a grandes rasgos, el reparto de tierras entre las clases menos privilegiadas. Un “hombre perverso, vago y turbulento al frente de un tropel de malvados” según el Cabildo de Montevideo, maxima autoridad de la Banda Oriental. Quien sin embargo tenía un claro posicionamiento político para una época en la que la esclavitud aún estaba vigente y fue uno de los pocos hombres que enfrentó a Artigas a la disyuntiva de ahondar en una revolución que favoreciera a las clases menos pudientes de la época.
A este personaje de carácter independiente y resolutivo, en todo distinto a los promocionados por el relato histórico uruguayo, se los ha invisibilizado como a otros tantos a través de la historia a favor de una figura mas adecuada al lugar que ocupa en el imaginario nacional el aporte del africano, como lo ha sido la figura tergiversada de Ansina “fiel servidor del Gral Artigas, secretario personal y cebador de mate” del máximo procer nacional uruguayo. Inmortalizado re-cientemente en una estampilla del Correo Nacional Uruguayo con un uniforme, termo y mate en mano.
Otro antecedente de estereotipos-base y de una realidad palpable para la mas-culinidad afrodescendiente, lo constituye la a esta altura “pandemia” que constituye el alcoholismo entre la masculinidad afrouruguaya, una enfermedad propiciada por festividades como la del Corpus Christie, cuando los distintos gremios de oficios tales como el de los zapateros, carpinteros, herreros, albañiles, etc; de los años 1761 al 1780 financiaban por orden del Cabildo las comparsas de negros esclavizados que abrían dicha festividad efectivizando dicho pago por medio del alcohol. Asimismo la hipertensión arterial como enfermedad de propensión étnica dentro del colectivo afrouruguayo obedece a los trabajos en los saladeros donde la retribución a los esclavos consistía en carne salada y alcohol, siendo la carne salada el alimento básico de sus dietas. Dietas que distorsionaron el metabolismo de los africanos, generando enfermedades coronarias y del sistema circulatorio, que hoy constituye la principal causa de muerte para el colectivo afrodescendiente, sean hombres o mujeres.
El hecho de que la mayoría de los afro uruguayos masculinos se desempeñen en los trabajos de las áreas de servicio también cuenta con el antecedente en los tiempos de la esclavización, donde los únicos atributos reconocidos eran la fuerza y el trabajo físico, desconociendo y castigando las facetas que tuvieran que ver con el intelecto y el desarrollo de cualidades intelectuales.
Hechos puntuales como la abolición de la esclavitud de Diciembre de 1842, que no fue más que un reclutamiento forzoso de los esclavos al ejército nacio-nal que de esta manera paso a contar con un grueso de tropa afrodescendiente y africana.
Estos hechos, estas representaciones históricas que configuran un mapa simbólico a través de 200 años de historia; abonan la idea y cimentan la subor-dinación y la lealtad al eurocentrismo. Así como la invisibilización del aporte de la africanidad, que dificultan la construcción positiva e inclusiva dentro de la sociedad uruguaya por parte de los varones afrodescendientes.

Reproducción de los actores sociales

La reproducción de estos estereotipos negativos que cosifican y reducen la masculinidad afro por parte de actores sociales formativos como la escuela, la iglesia y los medios de comunicación terminan por cerrar un circulo que reafir-ma las condiciones que hacen de la masculinidad afrodescendiente, una mas-culinidad frágilmente argumentada, tergiversada y basada en supuestos que no contemplan la particularidad de este grupo etnico-social.
“La identidad es una construcción que se relata. Se establecen acontecimientos fundadores, casi siempre referidos a la apropiación de un territorio por un pueblo o a la independencia lograda enfrentando a los extraños. Se van sumando las hazañas en las que los habitantes defienden ese territorio, ordenan sus conflictos internos y fijan los modos legítimos de vivir en él para diferenciarse de los otros. Los libros escolares, y los museos, los rituales cívicos y los discursos políticos fueron durante mucho tiempo los dispositivos con que se formuló la identidad de cada nación y se consagró su retórica narrativa”. Sumado a García Canclini, los libros de textos escolares y manuales constituyen uno de los dispositivos de identificación junto a los medios de comunicación y la distribución de la narrativa simbólica en la geografía del Uruguay.

Conclusión

La identidad constituye una precipitación de los meta relatos nacionales que generan una cosmovisión del Uruguay imaginado y representado en el imagi-nario social como un crisol razas europeas.
Al no estar fielmente representado el aporte africano, así como el indígena, la construcción de identidad por parte de los afro uruguayos masculinos, se ci-menta en la visión estereotipada de el colectivo africano y afrodescendiente. Una visión estereotipada que no ha evolucionado sustancialmente desde los tiempos colonialistas y esclavistas; donde la humanidad de los africanos era cosificada y reducida como parte integrante de un sistema comercial; ya sea como mercancía o producto, ya sea como fuerza de trabajo o de producción, ya sea como medio de reproducción de mas producto o fuerza de producción.
Esta visión implicaba e implica en la actualidad, una narrativa donde los afro masculinos son cíclicamente representados, percibidos y autopercibidos en forma subordinada y negativa por contraste con la sociedad descendiente de europeos; representante de los atributos positivos y regentes de una sociedad modelo.
Los índices sociodemográficos, socioeconómicos, en educación y salud no hacen mas que constatar la situación incambiada de los afromasculinos que generación tras generación reproducen los mismos ciclos de pobreza como fiel reflejo de una narrativa que los obliga a construirse con argumentos tergiver-sasdos, negativos y frágiles. Confinándolos a empleos de baja remuneración en el sector de servicios, percibiendo menores ingresos aún con la misma je-rarquía laboral que los descendientes de europeos ;expulsándolos del sistema escolar en forma mas prematura que el promedio para insertarse en el merca-do laboral, expulsándolos hacia la periferia de la ciudades constituyéndose en la mayoría de la población dentro de los asentamientos y poblaciones de riesgo y muriendo en forma mas prematura que cualquier ciudadano del Uruguay; a causa mayoritariamente de enfermedades circulatorias.

Cuotificación

Teniendo en cuenta la representatividad estereotipada, negativa y subalterna del afromasculino uruguayo dentro de la cosmovisión uruguaya; a través de una narrativa que invisibiliza los aportes del afrouruguayo y su colectivo.
Existe las posibilidad de emprender caminos propios y de la sociedad en su conjunto en pos del fortalecimiento del colectivo afroruguayo y por ende de los afrodescendientes masculinos . Un camino que reconozca la cualidad plurietnica de la composición social y de la gesta histórica como república independiente.
Un camino que descorra el velo de las tradiciones y costumbres sociolingüísti-cas que operan cotidianamente en la identidad uruguaya y que pertenecen tanto a una africanidad como a un indigenismo vivo, latente y sin explicaciones históricas.
Es por esto que debe existir tanto una reelaboración histórica que redistribuya las responsabilidades de los individuos en cuanto al Ser uruguayo.
Así como una cuotificación simbólica dentro del universo representativo uru-guayo que refleje los aportes de todos los colectivos componentes de la socie-dad. Y cuando me refiero al universo representativo uruguayo, hago mención a los medios formativos como la escuela y los medios de comunicación y al territorio nacional como campo semántico de una narrativa histórica unidireccional eurocentrista sustentada en los monumentos, la nomenclatura de calles y plazas, la arquitectura, etc.
Quizás estas herramientas, no constituyan una solución única y permanente en la construcción de identidad para los afrouruguayos, sino se unen a una serie de medidas afirmativas y urgentes por parte de un estado responsable por todos sus ciudadanos. Pero quizás permitan que yo como hombre afrodescendiente no viaje solo con un asiento vacío todas las mañanas en un ómnibus abarrotado de personas, no tenga que observar como una mujer sujeta su bolso ante mi presencia, no tenga que luchar por que me atiendan en un comercio o soportar la persecución de los guardias de seguridad en un supermercado. Quizás no tenga que percibir menos dinero que alguien con las mismas funciones laborales, o quizás pueda terminar mis estudios sin una voz que continuamente me dice que no puedo y que no vale la pena porque en mi país soy invisible. Quizás por fin alguna de estas herramientas sirvan para no morir antes que la mayoría de mis compatriotas. Y pueda entender y ejercer de una vez por todas el artículo 8 de la Constitución Nacional “Todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes.”

1 Echeverría , Rafael, Ontología del Lenguaje, Ed. Dolmen. 1995, Pág. 55
2 Bordeau, Pierre, Meditaciones Pascalianas, Ed. Anagrama, 1999, Pag. 224/225


Agradecemos a Martín Nierez Arfil por compartir su ponencia expuesta en el marco del IV Coloquio Internacional de Estudios sobre Varones y Masculinidadesen

Martín Nierez Arfil
Orimuz Comunicación Participativa
Comunicador Social

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