miércoles, 13 de julio de 2011

Hermanas musulmanas

Mujeres musulmanas, practicantes de la religión islámica en Uruguay, denuncian que no les permiten entrar a financieras y locales de pagos con sus atuendos típicos por medidas de seguridad que obligan a descubrirse la cabeza, no usar lentes oscuros ni celulares, y cosas así.

Entendemos que es complejo definir qué priorizar en este caso. Hay que velar por la seguridad pública y también hay derecho constitucional a la libre manifestación de la fe religiosa, además de leyes penales que tipifican la discriminación basada en las creencias.

Las damas musulmanas preguntaron si actuarían igual si se tratara de una religiosa católica o monja y les dijeron que “no”. El freno moral o respeto actúa en unos casos sí y en otros no. Así funciona el racismo, la xenofobia y la discriminación negativa de cualquier índole.

De estas cosas tenemos que hablar.

Se trata de convivencia e integración, de sensibilidad espiritual de lo cual dependen en ocasiones las personas para vivir. Son además inmigrantes en un país formado mayoritariamente por gente proveniente de todas partes del mundo y tenemos casi 500000 compatriotas viviendo actualmente en el exterior.

Sabemos poco y mal del mundo islámico y los chismes difundidos desde algunas agencias tendenciosas de “desinformación”, nos hacen ver en una mujer con atuendos musulmanes a una “turca” que instintivamente asociamos a terrorismo o a víctima de violencia masculina. Como si de esto último por acá no supiéramos demasiado desgraciadamente los orientales uruguayos.

Ante la confusión entre mito y realidad, ante estereotipos y prejuicios hijos de la ignorancia y el desconocimiento, ante una situación político social compleja de la que es difícil opinar teniendo en cuenta la cantidad de países islámicos que existen la mayoría de ellos no adolescentes de discriminación hacia la mujer; escuchemos. Tenemos 500 musulmanes en nuestro país y así sea una o uno; el respeto a los derechos humanos impone brindarles espacio para compartir su cultura.

Desde occidente hay necesidad de vender al Islam como violento para justificar intervenciones y por intereses económicos. Hay diferencias enormes entre lo que dice el Corán y lo que hacen ciertos fundamentalistas disfrazados de religiosos con fines opresivos, cuya perpetuidad en el poder depende de mantener y socializar el miedo interpretando a placer el libro sagrado para justificar crímenes.

Intereses creados satanizan flagrantemente lo musulmán y parte de ese universo cultural tan diferente esta aquí, enriqueciendo nuestra diversidad cultural.

Vamos entonces a oír.

Los terroristas no despiertan sospechas y no tienen patria, ni sexo ni edad, y por cierto tampoco avisan cuando van actuar.

En la frontera con Brasil es familiar el paisaje de las mujeres con sus mantos.

Desde una óptica eurocentrista u occidentalista y al fin acotada, no llegaremos a un diálogo que únicamente se da entre pares. Mientras prejuzguemos violentos a otros por su origen geográfico, étnico o religioso, alimentaremos preconceptos que sólo favorecen a algunos dueños del mundo.

En nuestro planeta, casa de todas y todos, hay más de 1.000 millones de musulmanes o seguidores de la religión monoteísta Islam, creyentes en el profeta Mahoma.

¿Tendrán algo para decir?

Susana Andrade – Atabaque – Espacio 609

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