Fue aquella película dirigida por Frank Darabont según una novela de Stephen King la que hizo conocido a Duncan, un gigante de casi dos metros que había soñado con ser jugador de fútbol americano pero que ante la negativa de su madre, que prefería una profesión menos violenta para su hijo, se había inclinado por la actuación.
Claro que su camino hacia el reconocimiento no fue fácil ni rápido. Durante mucho tiempo se dedicó a trabajar como guardaespaldas para sobrevivir mientras hacía pequeñas participaciones en series y conseguía papeles en films como Armageddon, que no le requerían más que su imponente presencia física. Eso cambió con Milagros inesperados y John Coffey, el presidiario condenado a muerte que le tocó interpretar y por el que recibió una nominación al Oscar como mejor actor de reparto.
"Estoy desolado por la pérdida de Michael Clarke Duncan, una de las mejores personas con las que tuve el privilegio de trabajar y conocer. Michael era un alma gentil, un ejemplo de decencia, integridad y bondad. Nuestra experiencia haciendo Milagros inesperados fue profunda e increíble, un viaje único en la vida. Lo que más recuerdo es su devoción por el trabajo y el esfuerzo que hizo en aquel tiempo, que fueron mucho más que inspiradores para todos los que lo acompañamos en ese camino", declaró ayer Darabont.
A partir de aquella experiencia Duncan trabajó sin pausa en films como El planeta de los simios, de Tim Burton; Daredevil; El rey escorpión; Sin City: la ciudad del pecado, y la comedia Ricky Bobby: loco por la velocidad. Además de su gran presencia física, Duncan tenía una voz que inspiró a muchos directores a convocarlo para sus proyectos animados. Así, "apareció" regularmente en la serie Family Guy y participó de los films Rayas, una cebra veloz y Kung Fu Panda..
Fuente: http://www.lanacion.com.ar
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