lunes, 28 de noviembre de 2011

La segregación cotidiana


Afrodescendientes relatan situaciones en las que son víctimas todos los días

“No me toqués, negra sucia”, fue lo que escuchó Luciana en pleno ómnibus. El insulto vino de una joven blanca y rubia que estaba sentada junto a la ventana y que quería bajarse. Minutos antes ya había manifestado resistencia a la compañía de esta mujer brasileña (instalada en el país hace 12 años) al arrinconarse contra la pared para no tener contacto físico. “Ella me humilló sin conocerme. Me hizo pasar una vergüenza que nunca voy a olvidar. Por mí y por todos los negros del mundo tenía que hacer algo”, dijo Luciana a El Observador. Lo que hizo fue bajarse del ómnibus, tomarla por el brazo y llevarla delante del primer policía que vio. Adelante del oficial la chica reconoció sin tapujos que era racista y, en la seccional más próxima, volvió a decir que se lo había dicho por negra porque, a diferencia del comisario que levantaba la denuncia, también afrodescendiente, ella era mucho más negra. Quedó 24 horas detenida. Pero la Justicia no pudo hacer nada al respecto. El juicio que entabló Luciana por discriminación (y que un juez catalogó como violencia doméstica) está estancado hasta que no se presenten dos testigos. “Si yo pagué el boleto, Cutcsa se tendría que presentar. No quiero plata. No quiero nada. Solo quiero que ella pague por la ley de antidiscriminación”, por lo menos, con trabajo comunitario, comentó. Luciana manifestó que Brasil es menos racista que Uruguay dado que cuenta con mecanismos de protección y hay más oportunidades laborales para los afrodescendientes.
“Me ve un policía y me mira como sospechoso”
Tabaré Pintos, pintor
“Voy al shopping y me siento perseguido por los guardias. Me ve un policía y, por ser negro, ya me mira como sospechoso”, dijo Pintos a El Observador. Las miradas inquisitorias se hacen mayores cuando va del brazo de su pareja, una mujer de tez blanca. La relación fue más resistida por su familia que por la de ella. “No solo los viejos sino muchos jóvenes afrodescendientes creen que la forma de fortalecernos es no mezclarnos con los blancos”, relató. Sus tres hijos son mestizos. La más chica, la de 14 años, rechaza ser identificada como afro y prefiere que le digan que es “morocha”. Su sobrino, de 4 años, hijo de su hermana negra y su cuñado blanco, pide que le digan que es “mezcla”. Su mamá es la única afrodescendiente y por eso en la escuela recibe burlas. “Las situaciones de racismo son constantes. Pero, a diferencia de los niños, uno ya tiene la cintura y la cabeza para enfrentarlas”, expresó Pintos. Este pintor trabaja en una asociación civil del barrio Hipódromo con niños afrodescendientes para que reafirmen su autoestima. “Siempre nos ningunean. Los hombres son tratados como fuerza fruta y la negras como trabajadoras de burdeles. ¿Qué papel histórico se les enseña a los chicos?”, increpó.
La discriminación en la escuela
Gabriela Rocha y Belén, madre e hija
Gabriela ha ido varias veces a la escuela de su hija Rocío para hablar con la maestra porque sus compañeros le dicen “mona” y le hacen gestos. Siempre se lleva la misma respuesta: que no exagere. Pero la pequeña “sufre de una forma cruel y morbosa”, dijo su madre.
Su hija mayor, Belén, también sufre de acoso, pero a los 16 años ya sabe defenderse. Sin embargo, Belén confesó a El Observador que muchas veces se preguntó si no sería mejor tener la tez blanca. “Pensás en perder los orígenes pero, de alguna forma, siempre te lo hacen notar”, señaló.
Gabriela agregó que muchos de sus conocidos afrodescendientes contestaron que su ascendencia era blanca cuando fueron censados este año. Ella entendió que lo hicieron para, al igual que el racismo en la sociedad, pasar desapercibidos. “Es que no sabés cómo te miran”, contó a El Observador. Por eso entiende que la defensa del futbolista uruguayo Luis Suárez, en el enfrentamiento con el francés Patrice Evra, hecha por figuras del gobierno es “aberrante”.
También por eso mismo Belén declara tener “miles de enfrentamientos”, incluso con sus amigos que le dicen que es una “costumbre del país” referirse despectivamente hacia los negros pero sin ánimos de ofensa. Hace poco le dijeron que se tenían que ir de un baile porque estaba “lleno de negros”. Y agregó: “La gente discrimina sin saber la carga y el daño que eso produce”.
“No entramos en la buena presencia”
Valentina Miños, estudiante
“Si yo no digo ‘blanco de mierda’, ¿por qué me tienen que decir negra de mierda?”, se preguntó Valentina, una estudiante que participa del movimiento juvenil de Mundo Afro. También le chocan las expresiones de oveja negra, o trabajo en negro, o la clásica “yo tengo un amigo negro” para reflejar diversidad y tolerancia. Para ella, la sociedad uruguaya demuestra su racismo todos los días. Hasta con el vocabulario más simple y hasta con aquel que se considera afectivo. Sino no podría ser que cada vez que ella o sus amigas buscan trabajo, solo consiguen para cuidar niños, trabajos zafrales o de domésticas. Valentina denunció que no hay afrodescendientes atendiendo el público en ningún supermercado o tienda céntrica de Salto, su departamento de origen, ni tampoco los ve en Montevideo. Muchas veces presentó su currículo para un trabajo en el que estaba calificada y tras las entrevistas le dijeron que “no daba con el perfil”. La única opción que le queda es pensar que por su color de piel “no entra en lo que es buena presencia”. Y acusó: “La sociedad tiene el concepto de que los negros somos de segunda categoría. Todo el mundo lo toma como natural y pasa desapercibido y, lamentablemente, los afrodescendiente lo sienten así. Seguimos siendo los postergados, los invisibilizados”.

Fuente: El Observador

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