Hay 200 afrouruguayos que lucharon contra las barreras sociales y culturales, y hoy son profesionales universitarios.
LEONEL GARCÍA
Cuando Oscar Rorra cursaba primer año en la escuela Haití del barrio Sur, la mitad de sus compañeritos eran afrodescendientes como él; al llegar a sexto, solo quedaban cinco. En el liceo, en el Rodó y el IAVA, habrá tenido "dos o tres" compañeros de igual color de piel. Terminando bachillerato y siendo buen alumno, una docente de Filosofía no dudó en darle para atrás: "¿Te parece Psicología? Es brava, no sé si es para vos", un "aliento" que no recibió ninguno de los otros alumnos, blancos por supuesto. "Y cuando llegué a la Facultad era yo… y otro (estudiante afrodescendiente) en una generación de mil. No, ese no se recibió". Toda una postal de una realidad.
Oscar tiene 36 años y desde hace cuatro es uno de los no más de 200 profesionales universitarios afrouruguayos, según las estimaciones más optimistas de entidades como Mundo Afro o el Departamento de Mujeres Afrodescendientes del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). Es la (enorme) minoría de una minoría a la que los indicadores socioeconómicos ubican en una situación de gran vulnerabilidad. Él hizo la carrera en ocho años por trabajar; al principio, reponía verduras en un supermercado.
En Uruguay uno cada 13 individuos se considera afrodescendiente. Pero si el universo es el de personas que han accedido -culminado o no- a estudios terciarios -universitarios o no- la proporción baja a uno cada 26. Estos son datos provisorios de los Censos 2011 del Instituto Nacional de Estadística (INE). Según el Mides, en este colectivo casi la mitad (47,1%) solo pudo cursar Primaria, y la pobreza se duplica respecto al resto de la población: 39,6% a 18%. La necesidad de salir a trabajar desde muy temprano hace muy difícil alcanzar los máximos niveles educativos.
Oscar hoy es docente grado 3 y tiene especializaciones en Derecho e Infancia y Políticas Públicas. Y también suele tener a un guardia de seguridad con los ojos clavados en él cuando entra a una tienda a comprar algo. "¡No creo que busque un psicólogo!", ríe. "Bueno, eso no pasa solo en Uruguay", agrega, ya más serio.
Rorra afirma que todos los profesionales universitarios afro que conoce (y todos parecen conocerse entre sí) provienen de familias donde hay un gran acento en la educación. "En éstas, se sacrifica mucho para que hijos, sobrinos y nietos logren progresar. También cumplen una gran tarea de contención" que les permite superar los inevitables episodios de discriminación, sean explícitos o soslayados, explica.
Este psicólogo sabe de lo que habla: él participó en 2008 de un profundo estudio sobre las desigualdades étnico-raciales en Uruguay del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), también es sobrino-nieto de Amanda Rorra, una gran luchadora por los derechos de este colectivo. "Ella era muy matriarcal y decía que iba a ser la última Rorra en limpiar un piso. Y por ahora ha sido así".
El guardia de seguridad que relojea a Oscar en el supermercado es el reflejo de una sociedad que, aunque cierre filas en torno uno de sus ídolos futbolísticos acusado de racista en el extranjero, tiene demasiado arraigados sus prejuicios y la discriminación a flor de piel. Los profesionales afrodescendientes no son la excepción. Así, Alicia Saura ha tenido que aclarar en una audiencia que ella es la abogada y no la cliente; así, su colega Myrna Giménez ha sabido que una pasante del Departamento Jurídico que dirigía, en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), pidió un traslado porque no quería recibir órdenes "de una negra"; así, la pediatra y homeópata Alicia Esquivel, tuvo -palabras más, palabras menos- este diálogo telefónico con una agencia de colocaciones de personal doméstico, buscando una niñera:
-Buenas, soy la doctora Esquivel. Llamé el otro día buscando a una persona…
-Mire, tenemos una con excelentes referencias. Pero tiene un problema: es negra.
-Ajá… mire, no me la mande. Voy a ir yo a la agencia.
Cuando su interlocutora la vio llegar, pensó en 500 maneras distintas de ser tragada por la tierra. Esquivel, tres veces presidenta de la Asociación de Medicina Homeopática del Uruguay (Amhu) y hoy directora del Departamento de Mujeres Afrodescendientes del Mides, lo recuerda casi divertida. Lo mismo pasa cuando relata cuando atiende a su puerta y quien llama le pregunta "por la dueña de casa". "No está, salió", contesta, sonríe y cierra.
EDUCACIÓN. Agradecer el esfuerzo de los suyos es permanente. Los orígenes suelen ser de clase media, o media-baja. En muchos casos, son los primeros profesionales de sus familias. Es frecuente que hablen de antecesores, sobre todo antecesoras, sin escuela terminada y lavando pisos ajenos.
"Tengo el orgullo de decir que mi padre hizo hasta tercero de UTU y que mi madre no tiene más que tercero de escuela. Ella comenzó a lavar pisos a los diez años, dejó al casarse y volvió a trabajar como doméstica para que yo estudiara", cuenta la abogada Giménez. "Y mi padre fue mi gran guía, el que me impulsó a estudiar. Yo tenía pasión por el Derecho, pero él tenía el preconcepto que era una carrera para gente adinerada, con apellidos, y que me iba a costar mucho tener una clientela... cosa que resultó parcialmente cierta". Aunque debió trabajar desde los 17 años, jamás abandonó los libros y se recibió a los 27. "Negra, mujer y pobre, debía estudiar tres veces más que muchos compañeros". Nada ha sido color de rosas, pero hoy Giménez tiene posgrados en Derecho Penal y Laboral, así como el curso para jueza terminado, trabaja en el MTSS y en un estudio particular.
"Todo depende del punto de partida que tengas", opina Ciro Mata. Ingeniero electricista, docente y funcionario de UTE, él se define como un caso atípico en el colectivo: fue a colegio privado y sus dos padres son profesionales universitarios. De hecho, su madre, Sara Caetano, es considerada la primera abogada afrouruguaya. "Ella sí es un ejemplo de superación", dice notoriamente orgulloso. Aún así, un día su madre le pidió vender unos tapados de piel y unas alhajas en una casa especializada. Cuando llamó se mostraron interesados, pero al final desistieron de comprar. "Vieron a un negro de 30 años con esas cosas... capaz que pensaron que las había robado", se encoge de hombros.
"Nosotros no somos elegidos ni casualidades", afirma Verónica Villagra, licenciada en Trabajo Social, funcionaria del BPS y directiva de Mundo Afro. "Somos el producto del esfuerzo y de expectativas familiares depositadas en nosotros. En mí contribuyó toda la familia: desde la abuela que lavaba pisos, mis tías auxiliares de servicio, mi madre textil y mi padre trabajador estatal. Es un peso grande sobre los hombros que hay que saber reconocer". No en vano, casi todos los profesionales consultados son activistas por su colectivo.
"La educación es la herramienta fundamental para lograr un ascenso económico, social y cultural", dice la abogada Saura, que coordina la sección de Políticas Públicas para los Afrodescendientes en el Ministerio de Educación y Cultura (MEC). En Uruguay, resalta, la población afro es mayoritariamente joven, y la mayor deserción ocurre entre primero y segundo año de Secundaria. La necesidad de ayudar a mantener el hogar lleva a la deserción escolar y la inserción laboral temprana, sin tener preparación adecuada.
Según datos de Naciones Unidas Uruguay de 2010 la brecha educativa entre población afro y no afro en Uruguay está en dos años. La tasa de actividad -quienes tienen o buscan trabajo- de varones afro entre 14 y 24 años supera en 4,7 puntos porcentuales al total de esa población, de acuerdo con el Mides. "Y las mujeres triplicamos el desempleo", señala la pediatra Esquivel. "De todas las trabajadoras, 42% hacen tareas no calificadas y, de ellas, 70% son empleadas domésticas. Es un trabajo doméstico por resignación y no por elección. Por eso son necesarias las políticas de acción afirmativa", añade.
El MEC otorga 180 becas anuales "de unos dos mil pesos" para estudiantes afrodescendientes en el Ciclo Básico, donde Saura señala el grueso de la deserción. Hay otras becas, las Carlos Quijano, destinadas a estudios de posgrado en el extranjero, para los cuales esta población -que tiene muy pocos individuos con títulos de grado- tiene prioridad.
TECHOS. Todos los consultados señalan que este es un buen momento para lograr cambios, y no solo por el proyecto de Ley de Acciones Afirmativas a estudio en el Parlamento (ver nota aparte). Alicia Esquivel destaca que, gracias a estudios como el Perfil demográfico y socioeconómico según su ascendencia racial, del INE y de 2006 -que indicaba que había el doble de pobres y el triple de indigentes en el colectivo afro- "la sociedad acepta por primera vez que en este país hay racismo. Es como tener el diagnóstico. Ahora está en la necesidad de políticas públicas por parte del Estado, y en la deconstrucción de prácticas racistas por parte de la sociedad, el poder hacer algo al respecto o no".
La educación es clave, pero también hay que sobrevivir al sistema educativo y a la sociedad que lo rodea. "La escuela aparece claramente como la primera institución que discrimina y no da respuestas. Viene un chico: `Maestra, fulanito me dice negro de m...`, y ella generalmente no sabe dar respuestas. ¿Vos diste historia de África en la escuela? ¡Y ahí nació la civilización! ¿Qué ves de los negros? Que eran esclavos, Ansina y poco más...", indica el psicólogo Rorra. Ya en sexto de liceo, la abogada Giménez recuerda a una docente de biología que insistía en reprobarla. Esa era su única materia baja. "Ella tiene que darse cuenta ya que con su color no va a poder seguir, mejor cortarla ahora antes de que sufra", dice que le dijo a otro docente de ese instituto, nada menos que el reconocido abogado Adolfo Gelsi Bidart. Años después y al recibirse, fue el mismo Gelsi Bidart quien le entregó el título, con un abrazo que ella no olvida.
Sin una familia fuerte que contenga y apuntale la identidad, es muy difícil salir adelante y quebrar lo que Saura llama "techos de cristal", aunque se trate de un cristal muy duro. Pero llega un momento que casi todo va a depender del propio individuo. "Uno tiene que superar las trabas objetivas y las subjetivas que te impone un contexto donde por muchos lados aparece el `no se puede` o `eso no es para vos`, los prejuicios de lo que debe ser o hacer un negro", dice Edgardo Ortuño, profesor de historia, exlegislador frenteamplista y hoy subsecretario de Industria y Energía. "Todo el contexto social te dice `no te esfuerces demasiado, total no vas a llegar`. La clave pasa por romper ese techo", enfatiza la abogada Saura.
Incluso los puntos de partida más frágiles también pueden servir para tomar impulso y romper techos de cristal. Francisco Pírez es afrodescendiente y vivió 16 años en el INAU, cuando todavía se llamaba Iname, entre 1988 y 2004; gracias a su esfuerzo y a la visión del director del entonces llamado Hogar Salterain, Elbio Martínez, consiguió becas para estudiar Derecho en la Universidad Católica, inglés y Comercio Internacional en la Universidad de Arizona, Estados Unidos. Hoy tiene 32 años y es el embajador de Uruguay en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Él también destaca a la educación, pero no es lo primero que nombra para explicar por qué llegó adonde llegó. "Desde mi modesto punto de vista, lo que influyó más fue la fuerte determinación en salir adelante aun cuando estaba en desventaja, la disciplina, la humildad, el sacrificio, la honestidad conmigo mismo y con el entorno, el rodearme de personas que proyecten estos valores; también estuvo y está el aprender a escuchar así como aprender a cuándo decir que no", indica, vía email, desde Europa. Para su colega Saura hay solamente una cuestión a "erradicar definitivamente": el no se puede.
SIGNIFICADO DE BUENA PRESENCIA
Para los activistas, que para un trabajo se pida "buena presencia" significa algo así como "negros abstenerse". Al ingeniero Ciro Mata y a la abogada Myrna Giménez les pasó por su lado que, compitiendo por un cargo con otro candidato de curriculum similar, pero blanco, invariablemente éste era elegido. En su caso, Giménez dice que desde entonces la firma en cuestión ha pedido CV "con fotos". La Comisión Honoraria contra el Racismo y la Discriminación, en la órbita del MEC, recibió 120 denuncias en cinco años. La mayoría son problemas laborales: relacionamiento con pares o superiores, ingresos o ascensos.
DESTAQUE EN LAS ARTES Y EL DEPORTE
En Uruguay, históricamente, los afrodescendientes que más se han destacado lo han hecho en el campo de las artes y el deporte: al músico Ruben Rada y la atleta Déborah Rodríguez (también estudiante de Derecho en el Claeh), le precedieron futbolistas como Obdulio Varela (el más conocido de una larguísima lista), íconos carnavaleros como Martha Gularte o Rosa Luna, cantantes como Lágrima Ríos y poetas como Juan Julio Arrascaeta, solo por nombrar a unos pocos.
CONOCER CUÁNTOS PROFESIONALES SON
El Departamento de Mujeres Afrodescendientes del Mides está armando una base de datos para saber con más exactitud cuántos profesionales y técnicos afro hay en el país, según dice su directora, Alicia Esquivel. A esa base se accede, y se completa, a través de la web del Instituto de la Mujer (www.inmujeres.gub.uy), de donde depende este departamento.
"Es una ley necesaria para un colectivo muy vulnerable"
Destinar "8% de las vacantes laborales del Estado para las personas afrouruguayas", cupos para este colectivo en todos los sistemas de becas y apoyos estudiantiles, posibles beneficios fiscales a empresas privadas que "incorporen a la plantilla (...) personal afro uruguayo" y que los programas educativos "incorporen el legado" de esta comunidad en la historia. Estos son algunos pasajes del proyecto de Ley de Acciones Afirmativas hacia la Población Afrodescendiente que, según uno de sus impulsores, el diputado frenteamplista Felipe Carballo, espera "que llegue a la Cámara Baja en septiembre y sea ley antes de fin de año", tras casi un año de trámites, discusiones y consultas a las organizaciones afro. El proyecto ya fue apoyado en general en la Comisión Especial de Población y Desarrollo de Diputados por el Frente Amplio y el Partido Nacional.
Según el legislador, "es la primera ley de acciones afirmativas de Uruguay para este colectivo". La iniciativa prevé un seguimiento anual de la situación. La idea, enfatizó, es que en un tiempo no determinado ya no sea necesaria esta reglamentación.
El ingeniero Ciro Mata señala que si bien la cuotificación sirve para la formación de masa crítica "para que la máquina empiece a andar", teme que esos cupos puedan causar un efecto boomerang: más racismo. "Además, hay otro tema: si yo accedo a algo, ¿es porque lo merezco o por mi color de piel?", se pregunta.
La abogada Alicia Saura entiende este razonamiento; "pero cuando un colectivo está en una vulnerabilidad tal que le impide acceder a distintos niveles educativos, más allá de sus capacidades, se trata de políticas necesarias para revertir esa situación. Son políticas temporales, lo bueno será cuando no hagan falta".
LAS CIFRAS
255.073
Personas en Uruguay que dicen tener "ascendencia afro o negra", según datos provisorios de los Censos 2011 del INE. Esto es el 7,84% del total de la población.
17.492
Afrouruguayos que han cursado o están en curso de estudios terciarios, también según los Censos 2011. Esto es el 3,9% de la población con ese nivel educativo.
62,7%
Proporción de afrouruguayos de 20 años o más que tienen no completaron Ciclo Básico. Es 22,5% más que igual población no afro (Mides, 2010).
21,6%
Es lo que un afrouruguayo con nivel terciario gana menos que su par no afro por hora de trabajo. En toda la población, la brecha afro-no afro es 28,5%. (Mides, 2010)
Fuente: El Pais - UAFRO - Perspectiva Afrodescendiente